Teatro Español Del Siglo XX
A principios del siglo XX el teatro español continúa estancado en fórmulas decimonónicas, ignorando la renovación emprendida en otros países europeos por directores y dramaturgos como Stanislavski, Gordon Craig, Antoine, Chejov o Pirandello. Sigue siendo un teatro destinado a la burguesía, ofrecido por compañías de grandes actores y actrices que complacen las exigencias de este público. Son estos actores, divos de la escena con escasa o nula formación teatral, los que imponen sus hábitos anticuados sin consentir ser dirigidos.1 Cabe señalar las excepciones de Gregorio Martínez Sierra y Margarita Xirgu. Los tímidos esfuerzos renovadores estarían a cargo de pequeñas salas que dieron en llamarse "teatros íntimos" entre los que destacó el "teatre íntim" del catalán Adriá Gual.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce en España la renovación del arte dramático que sucede en otros países gracias a la obra de directores y autores como Stanislavski, Gordon Craig, Appia, Chéjov o Pirandello.
Aquí el teatro es, sobre todo, un entretenimiento para el público burgués que acude con asiduidad a las representaciones. Las compañías teatrales formadas por las grandes actrices y actores del momento, que son además empresarios, están dedicadas a complacer los gustos de este público conservador y convencional. Los casos de Gabriel Martínez Sierra o de la compañía de Margarita Xirgu, dispuestos a jugarse el dinero y el prestigio en el descubrimiento de nuevos autores y en innovaciones estéticas, son excepcionales. También resultan excepcionales las aportaciones de Adrià Gual, creador del Teatre Intim que realizaba una programación de corte europeo. Lo corriente fue el éxito de aquellos autores que como José Echegaray, Premio Nobel de Literatura en 1904, complacían las expectativas del público teatral burgués. Benito Pérez Galdós, otro autor de reconocido prestigio, es un caso diferente. Galdós se atrevió a crear unos personajes femeninos que, como la protagonista de su drama Electra (1901), se enfrentan al fanatismo y al oscurantismo. Las obras de Jacinto Benavente señalan el final del tono melodramático, grandilocuente y declamatorio en el teatro. Benavente inicia con Los intereses creados (1907) o La malquerida (1913) el realismo moderno.
La otra tendencia del teatro español de comienzos de siglo es el teatro de carácter popular, el drama social de corte costumbrista que termina derivando en una forma estilística original: el sainete. Su mayor representante será Arniches (1866-1943), creador de la tragedia grotesca, un tipo de obras que caricaturizaban a la clase media. Aunque no se debe olvidar que el tipo de crítica que planteaba este teatro estaba siempre mitigada por los intereses comerciales.
El caso de Valle-Inclán es, en cambio, el de un autor totalmente al margen de cualquier planteamiento comercial en la creación de sus obras. Esto le permitió una libertad creativa que sitúa su teatro muy por encima del de sus contemporáneos. El de Valle es un teatro innovador, crítico, profundamente original. Sus novedosos planteamientos escénicos recibieron el nombre de esperpentos por presentar desde el escenario una deformación estética y sistemática de la realidad. Para Valle-Inclán, como para Shakespeare, el teatro es un espejo de la realidad, pero en este caso un espejo deformante. El teatro de Valle-Inclán no recibió en su momento la consideración que merecía, como tampoco la recibieron el resto de los autores de la generación del 98: Azorín, Pío Baroja o Unamuno. Son una excepción los hermanos Machado, que obtuvieron un gran éxito de público con dramas como La Lola se va a los puertos (1929) o La duquesa de Benamejí (1932).
Pronto los autores con planteamientos no comerciales buscaron otras formas de poner en escena sus obras al margen de los grandes teatros. Entre estos intentos de crear un teatro vanguardista destaca la labor de los teatros universitarios: El Búho de Max Aub y La Barraca de Eduardo Ugarte y García Lorca. Este último, uno de los grandes poetas del siglo, fue de los pocos miembros de la generación del 27 que se interesaron por el teatro. Lorca utilizó en sus obras gran diversidad de fuentes de inspiración: lo popular en Bodas de sangre (1933) o Mariana Pineda (1927); el guiñol con un matiz valleinclanesco en sus Títeres de cachiporra, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933), La zapatera prodigiosa (1930), y los movimientos de vanguardia como el surrealismo en El público (1930) o Así que pasen cinco años (1930).
La colaboración de García Lorca con Margarita Xirgu permitió que la obra del dramaturgo-poeta llegase a ser vista en los escenarios de los principales teatros españoles. Entre las puestas en escena que la actriz y empresaria llegó a montar cabe destacar el estreno en Barcelona de Mariana Pineda con decorados de Salvador Dalí. El estallido de la Guerra Civil española en 1936 y el asesinato de Lorca vinieron a frustrar la carrera de un autor que aunaba un talento extraordinario y vanguardista con la difícil cualidad de gustar al público tradicional del teatro.
Autores y Obras Del Teatro Español Del Siglo XX
Sus obras se pueden agrupar de la siguiente manera.
1-Obras de anteriores burgueses: El nido ajeno, Rosas de otoño, Campo de armiño.
Todas se desarrollan en elegantes salones, ambientes desahogados y muestran la vida de la alta burguesía anquilosada en unos principios desde la que juzga al mundo.
2-Obras de ambientes cosmopolitas: La noche del Sábado, La mariposa que voló sobre el mar. Estas obras se desarrollan en lujosos yates, palacios, estaciones invernales, y los personajes son decadentes aristócratas de toda Europa.
3-Obras en escenarios rurales: Señora Ama, La Malquerida. Estas obras se desarrollan en la cocina, en el comedor o en sala del campesino acomodado, estas no son comedias, sino dramas rurales con campesinos que encarnan pasiones humanas primitivas no controladas por la educación urbana. Benavente intenta reproducir el lenguaje popular.
El siglo XX es el siglo de la gran renovación del Teatro. La aparición en el plano internacional de grandes directores que revalorizan los textos de autores como Ibsen o Chéjov, la incorporación de avances técnicos como la iluminación eléctrica, las nuevas posibilidades escenográficas y la aparición del cine como nuevo arte, determinan la renovación escénica española que se potencia por la aportación teórica de intelectuales preocupados en que el Teatro traspase la barrera de su público burgués y se convierta en un medio cultural comprometido con las clases populares.
El teatro poético, auténtica moda del momento, este tipo de drama se encuentra íntimamente unido al Modernismo en autores como Francisco Villaespesa, que halla sus argumentos preferentemente en la historia lejana y las leyendas. Otros autores de dramas en verso son los hermanosAntonio y Manuel Machado y Eduardo Marquina.
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